In Opinión

Por: Daniel Capurro, co-director de CENS.

Los no tan jóvenes recordamos la época en que comenzaron a aparecer los primeros “smartphones” o teléfonos inteligentes. Si bien es tentador pensar que Apple inventó esta categoría, antes del iPhone existieron muchas empresas que desarrollaron estos híbridos entre celulares y ‘agendas digitales’ que permitían — en un sólo aparato — completar múltiples tareas y navegar en Internet. IBM, Hewlett-Packard, Ericksson, Palm, entre otras, desarrollaron aparatos que cumplían las mismas funciones que las del iPhone original.

Incluso LG desarrolló un teléfono con pantalla completamente táctil varios meses antes de que Apple lanzara su icónico aparato.

¿Por qué entonces no estoy usando un smartphone de IBM, HP o Palm?

Una de las decisiones fundamentales de Apple fue pensar en el iPhone no como un sistema gestionado exclusivamente desde la empresa, sino como una plataforma sobre la cual otros desarrolladores podrían generar aplicaciones — las famosas Apps. Y así, al poco tiempo de lanzar el iPhone, Apple publica su App Store desde donde los usuarios pueden elegir qué aplicación instalar en su teléfono. Hoy es casi imposible imaginar un teléfono inteligente que me impida instalar las aplicaciones que me interesan.

¿Y qué tiene que ver esto con la salud?

En los últimos años hemos presenciado el desarrollo de FHIR (pronunciado como la palabra inglesa fire), un nuevo estándar de interoperabilidad de información en salud que abre la posibilidad de dejar de pensar en los registros clínicos electrónicos como softwares cerrados — como lo fueron IBM, HP y otros en la época inicial de los smartphones — , para verlos como plataformas abiertas, donde sea posible elegir las aplicaciones que entreguen la funcionalidad que más se acomode a mis necesidades y se integre transparentemente con mi registro clínico electrónico.

La mayor ventaja de FHIR es su simplicidad.

Cualquiera que haya osado adentrarse en las profundidades de los estándares de interoperabilidad se ha enfrentado a la enorme complejidad involucrada. Al intentar abarcar todos los procesos clínicos y toda la información disponible, han terminado convirtiéndose en entelequias imposibles de conocer a cabalidad y, por lo tanto, de implementar.

Como contrapunto, FHIR acepta que no es necesario estandarizar toda la información ni todos los procesos sanitarios sino solamente acordar reglas básicas de intercambio de información que permitan resolver un problema puntual. El segundo componente de simplicidad es que está basado en tecnologías web de intercambio de información que son manejados ampliamente por los desarrolladores actuales.

Es quizás por esta simplicidad que el mismo Apple adoptó FHIR para disponibilizar datos de salud de pacientes en su aplicación Health. Con esto, se suma a Google y Microsoft, quienes ya están usando FHIR para crear nuevas aplicaciones y servicios. Más aún, es posible que esos datos no sólo estén disponibles para Apple Health sino que para los ya millones de desarrolladores de Apps existentes, con FHIR permitiendo una plataforma de plataformas… ¡esto sí que tiene el potencial de incendiar la innovación en salud!

Si bien queda mucho por recorrer y el camino no está exento de desafíos, nos encontramos en un punto crucial: Si los pronósticos se cumplen, pronto veremos cómo las plataformas de registro clínico electrónico se comienzan a abrir a desarrolladores externos que crean Apps, que se comunican de manera segura a través de interfaces FHIR, y nos permiten resolver problemas de manera más rápida y sencilla.

Las ventajas de un escenario como el que planteo son diversas: no tendremos que esperar meses o años para que el fabricante de nuestro registro clínico electrónico desarrolle una funcionalidad específica sino que podré buscar alguna app que resuelva mi problema. Al desarrollarse sobre estándares abiertos, las apps competirán por resolver mi problema de la mejor manera. Este escenario de agilidad y competencia permitirá dotar a los registros clínicos electrónicos de funciones que hoy ni siquiera sospechamos y a mucho menor precio, liberando todo el potencial de la información sanitaria.

A las empresas actuales de registro clínico electrónico, una pregunta: ¿serán los Apple o los Blackberry de mañana?

Fuente: Revisa la publicación original de esta columna en nuestra cuenta Medium aquí.